Como iglesia bautista, compartimos los mismos principios que el resto de iglesias de la UEBE.

Seguimos la Confesión de Fe de la UEBE, traducida de la Confesión de Fe de la Convención Bautista del Sur de los Estados unidos en 1925, basada en la Confesión de Fe Bautista de New Hampshire de 1833, la cual fue revisada en 1963 (leer aquí).

Los Principios Bautistas de la UEBE que a continuación detallamos, fueron revisados en 2020 por nuestra Unión de Iglesias.

A. LA ABSOLUTA SOBERANÍA DE JESUCRISTO. Este es el principio fundamental de la experiencia cristiana. Envuelve a los creyentes totalmente. La soberanía de Jesucristo sobre el creyente es integral, involucrando todos los ámbitos de la vida (romanos 13:14; Colosenses 2:6; 3:17). Jesucristo es el único que ha recibido la potestad y la soberanía de manos de Dios Padre, y por tanto, reina sobre cielos y tierra (Hechos 2:36; Romanos 14:9; Colosenses 1:15-20). Es preexistente y gobierna sobre toda la creación. No hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos (Hechos 4:12). Jesucristo es el Señor. Jesucristo es nuestro Soberano y Señor (Apocalipsis 17:14).

B. LA SANTA BIBLIA, ÚNICA REGLA DE FE Y CONDUCTA. La Biblia es el registro escrito de la revelación de Dios a la humanidad. Contiene la voluntad de Dios para la vida de cada creyente. Las Sagradas Escrituras constituyen la Palabra de Dios y dan testimonio de Cristo el Señor –la Palabra hecha carne quien nos mandó permanecer en su Palabra y ser hacedores, y no sólo oidores, de la misma. Es la fuente inagotable de inspiración e iluminación cristianas (Salmo 119; Proverbios 30:5; Isaías 40:8, 55:11; Mateo 4:4, 24:35; Marcos 13:31; Lucas 4:4; Romanos 10:17; 2 Timoteo 3:16; Hebreos 4:12; 1 Pedro 1:25; 2 Pedro 1:19). Estudiando las Escrituras, el creyente examina su conciencia y aprende a consolidar su carácter y personalidad a la imagen de Cristo (Juan 5:39; Hechos 17:11).

C. VALOR HUMANO Y RESPONSABILIDAD PERSONAL. El ser humano ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza, siendo, por tanto, el eje o centro de la creación. Sin embargo, las personas, no somos salvos por el mero hecho de nacer biológicamente, sino que es necesario renacer espiritualmente mediante la fe personal en Jesucristo. El hombre es libre de aceptar o rechazar el don de la salvación que Dios otorga por gracia, y no por obras, cuando acepta la soberanía de Cristo en su vida, y, por cuanto es libre, es plenamente responsable de hacerlo o no.

D. EL DERECHO AL LIBRE EXAMEN. La Biblia y la promesa del Espíritu Santo son para toda persona sin excepción Hechos 10:34; Romanos 2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9; Colosenses 3:25), de manera que cualquiera tiene derecho a examinar su vida ante Dios, de forma personal y directa, a la luz de las Sagradas Escrituras y con la guía del Espíritu Santo. Sin embargo, la facultad de examinar libremente las Sagradas Escrituras no admite la interpretación privada en menoscabo de la verdad bíblica. Esta es la vía más oportuna para que los creyentes maduren y sean responsables de sus actos, palabras y pensamientos (Salmo 26:2, 139:1, 23; 2 Corintios 13:5; 1 Tesalonicenses 2:4).

E. ADMINISTRACIÓN ECLESIÁSTICA CONGREGACIONAL. Espiritualmente hablando, todos los miembros de una iglesia tienen iguales privilegios, derechos y deberes. El ejercicio del gobierno congregacional exige, en esencia, discernimiento y sabiduría. No es cristiano ni sensato administrar la iglesia de Cristo desde la ignorancia sino que lo prudente es gestionarla desde el conocimiento, y en especial, del conocimiento de la voluntad de la cabeza de la iglesia que es Cristo. En la iglesia, los creyentes son los que la administran, por lo que es necesario que éstos sean instruidos y capacitados en la Palabra de Dios, colocando los talentos y los dones que les han sido conferidos por el Espíritu Santo al servicio de Cristo, el único que pueden auxiliarles en los entresijos y necesidades del gobierno y la existencia de la iglesia (Efesios 4:15, 5:23; Colosenses 1:18).

F. SEPARACIÓN DE IGLESIA Y ESTADO. La iglesia de Cristo no necesita del sostén del poder civil y estatal. Cualquier intervención en este sentido no es protección o ayuda, sino que es un obstáculo para los objetivos de la iglesia. Creemos en creyentes y no en profesantes. Solo aquellas metas logradas por el evangelio y el amor de Jesucristo son bendecidas por Dios. La iglesia ha de ser sostenida y edificada por hombres y mujeres que han hecho de Jesucristo su Señor y Salvador de manera exclusiva.

G. RESPETO A LA AUTORIDAD CIVIL. Somos conscientes del respeto y obediencia debidos a las autoridades de la nación. Esta obediencia ha de ser compatible con nuestra fe cristiana y con nuestros principios bautistas. Entendemos que hemos de entregar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César (Mateo 22:21; Marcos 12:17; Lucas 20:25).

H. LIBERTAD RELIGIOSA. Es nuestro deseo promover, para todos los seres humanos, la completa libertad religiosa. Pensamos que la tolerancia religiosa no es más que una simple concesión del gobernante, pero que la libertad religiosa es el privilegio que Dios concede al ser humano. Es su derecho supremo y ha de ser respetado. Nuestra actitud, en lo referente a la libertad religiosa, como ciudadanos y cristianos, es una actitud coherente, edificante y digna.

I. MAYORDOMÍA CRISTIANA INTEGRAL. Las iglesias deben ser sostenidas por sus propios miembros. La entrega generosa y gozosa de los diezmos y ofrendas como parte del culto a Dios es reconocer la soberanía del Creador en sus vidas. De Dios es la Tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan (Salmo 24:1); por tanto, cada creyente debe ser un gestor eficaz y eficiente de cuanto es y tiene: su persona, su familia, su tiempo, sus dones y talentos, su dinero y la creación de Dios. Los cristianos somos llamados a rendir cuentas de nuestra mayordomía integral a Dios, el cual es dueño absoluto de todas las cosas (Romanos 14:12).

J. EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO. Cada creyente y cada iglesia es responsable de comunicar la salvación de Jesucristo para toda la humanidad como parte vital del Cuerpo universal de Cristo. Rechazamos el proselitismo, es decir, conseguir adeptos coaccionando sus conciencias. Pero nos sentimos impulsados a evangelizar y dar testimonio fiel del conocimiento de Jesucristo a todas las personas (Mateo 28:18-20). Llevaremos a cabo esta comisión divina siempre, en todo tiempo y en todo lugar por medio de la palabra y por la conducta de la vida cristiana (2 Timoteo 4:2). Lo haremos comenzando por nuestra familia, y siguiendo con nuestros vecinos, en nuestra localidad, en nuestra nación y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8).

K. AUTONOMÍA E INTERDEPENDENCIA DE LAS IGLESIAS. Cada iglesia es local y autónoma, sosteniéndose a sí misma y expresando su propia idiosincrasia particular. Ninguna iglesia está por encima del resto. No obstante, con el propósito de lograr determinadas metas institucionales y promover la obra misionera, hemos desarrollado la interdependencia de las iglesias. En unión fraternal y cooperación voluntaria, deseamos lograr los fines propuestos por los organismos creados por la asociación de las iglesias a nivel regional, nacional, continental y mundial, y expresamos la necesidad de vincularnos a través de acuerdos conformados y aceptados democráticamente por la asamblea convencional.

L. UN CULTO ESPIRITUAL Y SENCILLO. Celebramos un culto a Dios de acuerdo a la sencillez que se desprende de la vida comunitaria de los creyentes del Nuevo Testamento. Es nuestro deseo procurar, dentro de estos parámetros neotestamentarios, la consecución de un entorno gozoso, reverente, digno, ordenado, coherente y unido que logre, para cada creyente que participa en el culto, el mayor aprovechamiento espiritual y una experiencia auténtica de comunión con Dios en el culto cristiano.

M. COMUNIÓN CRISTIANA. Para los bautistas es fundamental convivir fraternalmente con los hermanos de otras denominaciones evangélicas. Deseamos promover con ellos un compañerismo genuino y práctico. La unión espiritual y fraternal con los verdaderos creyentes en Cristo debe plasmarse en la realidad. Esta unión y conexión ha de ser más íntima y profunda que la que surge de fórmulas y combinaciones eclesiales. Nos sentimos hermanos de todos aquellos que confiesan a Jesucristo como único Señor y Salvador.

¿Cómo tener paz con Dios?
 
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