En 2001, un bebé prematuro llamado Christopher Duffley sorprendió a los médicos al sobrevivir. Con solo cinco meses, entró en el sistema de acogida, hasta que la familia de su tía lo adoptó. Una maestra se dio cuenta de que el pequeño de cuatro años, aunque era ciego y con autismo, entonaba a la perfección. Seis años después, Christopher se paró en el escenario de la iglesia y cantó Abre los ojos de mi corazón. El video llegó a millones en línea. En 2020, compartió que su meta era servir como defensor de la minusvalía. Aún sigue demostrando que las posibilidades son ilimitadas con los ojos de su corazón abiertos al plan de Dios.
El apóstol Pablo eligió a la iglesia de Éfeso por su fe denodada (1:15-16). Le pidió a Dios que les diera «espíritu de sabiduría y de revelación» para un mejor «conocimiento de él» (v. 17). Oró para que sus ojos fueran alumbrados, o abiertos, para que entendieran cuál era la esperanza y la herencia que Dios había prometido darle a su pueblo (v. 18).
Cuando le pedimos a Dios que se nos revele, podemos conocerlo mejor y proclamar con confianza su poder, autoridad y nombre (vv. 19-23). Con fe en Jesús, los ojos de nuestro corazón abiertos y amor a su pueblo, viviremos de maneras que muestren sus posibilidades ilimitadas.
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