¿Por qué, cuando decimos: «Esta es la última papa chip que voy a comer», a los cinco minutos estamos buscando más? Michael Moss responde esta pregunta en su libro Salt Sugar Fat [Sal, azúcar y grasa], donde describe cómo los productores más grandes de comida chatarra en los Estados Unidos saben de qué manera «ayudar» a la gente a desearla. Incluso, una compañía famosa gastó 30.000.000 de dólares un año para contratar a «consultores de ansias», para determinar qué alimentos producen felicidad a los consumidores, a fin de explotar nuestros antojos de comida.
A diferencia de esa compañía, Jesús nos ayuda a ansiar comida verdadera —alimento espiritual— que satisface nuestra alma. Dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35). Al declarar esto, comunicó dos cosas importantes: primero, el pan del que habla es una Persona, no un producto (v. 32); segundo, cuando las personas confían en Jesús para el perdón de pecados, entran en una relación correcta con Dios y hallan satisfacción para toda ansia de su alma. Este Pan es el alimento espiritual eterno que da vida y satisface.
Cuando ponemos nuestra fe en Jesús, el verdadero pan del cielo, tenemos ansias de Él, quien fortalece y transforma nuestra vida.
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