En 1986, Levan Merritt, de cinco años de edad, cayó en el recinto de los gorilas en el zoológico de Jersey, en Inglaterra. Cuando los padres y los espectadores gritaban por ayuda, un macho adulto espalda plateada, llamado Jambo, se interpuso entre el niño inmóvil y otros gorilas, y empezó a palmear suavemente la espalda del niño. Cuando Levan comenzó a llorar, Jambo llevó a los otros gorilas a sus encierros, mientras los guardias fueron al rescate. Más de 30 años después, Levan todavía habla de Jambo, el gigante bueno; su ángel guardián que actuó de una manera asombrosamente inesperada, y que cambió para siempre su concepto de los gorilas.

Elías quizá esperaba que Dios actuara de cierta manera, pero el Dios de los dioses usó un viento arrollador, un terremoto fortísimo y un fuego consumidor para mostrarle a su profeta cómo no debía pensar en Él. Luego, utilizó un susurro delicado para mostrarle su esencia y su presencia con él (1 Reyes 19:11-12).

Dios quiere que descubramos que Él es más que el mayor y más temible de los dioses. Tiempo después, aquel susurro alcanzó pleno significado en la grandiosa ternura de Jesús, quien dijo: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Luego, en un acto inesperado y compasivo, permitió que lo clavaran en la cruz por nosotros.