Mientras mi esposo estaba en el trabajo, me enteré de que a mi madre le habían diagnosticado cáncer. Le dejé un mensaje y llamé a algunos amigos y familiares, pero no encontré a nadie. Con manos temblorosas cubriendo mi rostro, sollocé: «Señor, ayúdame». La seguridad de que Dios estaba conmigo me consoló en esos momentos en que me sentí tremendamente sola.

Di gracias al Señor cuando mi esposo volvió y mis amigos y familiares llegaron, pero la calma que sentí en aquellas primeras horas de angustia en soledad me confirmó que Dios siempre está disponible dondequiera que necesitemos ayuda y en cualquier momento.

El Salmo 46 afirma que Dios es nuestro amparo, fortaleza y auxilio (v. 1). Cuando todo parece un caos y pensamos que el mundo se nos cae encima, no debemos temer (vv. 2-3). Dios no falla (vv. 4-7). Su poder es notorio y eficaz (vv. 8-9). El Señor, nuestro refugio, permanece con nosotros siempre (v. 11).

Los creyentes debemos sostenernos en oración y alentarnos unos a otros, pero Dios afirma que Él siempre es capaz de actuar y que está disponible. Podemos confiar en su promesa de proveer lo que necesitemos. El Señor nos consolará a través de sus hijos, como así también con su presencia personal.