Parada en un abarrotado pasillo de una tienda, buscaba la tarjeta perfecta del Día del Padre. Aunque nos habíamos reconciliado después de años de distancia, nunca me había sentido cerca de mi papá.

La mujer junto a mí soltó un gruñido: «¿Por qué no hacen tarjetas para los que no tienen una buena relación con su padre, pero que intentan hacer lo correcto?».

Salió violentamente antes de que yo pudiera responder, así que oré por ella. Di gracias a Dios por afirmar que solo Él puede ser el Padre perfecto y le pedí que fortaleciera la relación con mi papá.

Yo también anhelo una intimidad más profunda con mi Padre celestial. Quiero la seguridad de David en la presencia, el poder y la protección constantes de Dios (Salmo 27:1-6).

Cuando David clamó pidiendo ayuda, esperaba respuestas de parte de Dios (vv. 7-9). Aunque los padres terrenales podían rechazar, abandonar o descuidar a sus hijos, David declaró la aceptación incondicional de Dios (v. 10). Vivía con confianza en la bondad del Señor (vv. 11-13). David tenía conflictos, pero el Espíritu lo ayudaba a perseverar en el Señor (v. 14).

En este mundo tendremos relaciones difíciles. Pero, incluso cuando las personas no cumplan, nos fallen o nos hieran, el único Padre perfecto nos ama y nos protege.