¿Alguna vez hiciste algo con enojo y lo lamentaste? Cuando mi hijo luchaba con la drogadicción, yo reaccionaba con palabras duras por sus elecciones. Lo único que logré fue desanimarlo más. Pero al final, encontró creyentes que le transmitieron palabras esperanzadoras, y con el tiempo, pudo dejar su adicción.
Incluso alguien con una fe tan ejemplar como Moisés hizo algo que luego lamentó. Cuando los israelitas estaban en el desierto y escaseó el agua, se quejaron amargamente. Entonces, Dios les dio a Moisés y Aarón instrucciones específicas: «hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua» (Números 20:8). Pero Moisés reaccionó con ira, diciendo: «¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?» (v. 10). Luego, desobedeció a Dios directamente y «alzó […] su mano y golpeó la peña con su vara dos veces» (v. 11).
Aunque el agua fluyó, hubo consecuencias trágicas. A Moisés y Aarón no se les permitió entrar en la tierra que Dios le había prometido a su pueblo. Pero en su misericordia, permitió que Moisés la viera de lejos (27:12-13).
Del mismo modo, Dios sigue encontrándose con nosotros en el desierto de nuestra desobediencia a Él. Mediante la muerte y resurrección de Jesús, nos ofrece perdón y esperanza. Sin importar lo que hayamos hecho, si acudimos a Él, nos dará vida.
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