«La mayoría de las personas llevan cicatrices que los demás no pueden ver ni entender». Estas palabras profundamente sinceras fueron dichas por Andrelton Simmons, jugador de la Liga Mayor de Béisbol de Estados Unidos, que no participó del final de la temporada 2020 por problemas de salud mental. Sintió que necesitaba compartir su historia para alentar a aquellos que enfrentan desafíos similares y para recordarles a otros sobre mostrar compasión.
Las cicatrices invisibles son esas heridas profundas que no se pueden ver, pero que siguen causando dolor y sufrimiento muy reales. En el Salmo 6, David escribió con palabras crudas y sinceras sobre su profunda lucha. Estaba «enfermo» (v. 2), y su alma «muy turbada» (v. 3); «consumido» de gemir, y regada su cama de lágrimas (v. 6). Aunque no dice la causa de su sufrimiento, muchos podemos identificarnos con su dolor.
También podemos recibir aliento de la manera en que reaccionó ante su dolor. En medio de su sufrimiento abrumador, clamó a Dios. Con un corazón sincero, oró por sanidad (v. 2), rescate (v. 4) y misericordia (v. 9). Aunque la pregunta «¿hasta cuándo?» persistía (v. 3), siguió confiando en que Dios había «oído [su] ruego» (v. 9) y actuaría en su tiempo (v. 10).
La esencia de nuestro Dios hace que siempre haya esperanza.
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