Estar bien con uno mismo

Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. Hechos 2:28

A menudo escuchamos hablar de la importancia de estar bien con uno mismo, es decir, en paz consigo mismo. Pero, ¿cómo puedo experimentar tal estado si primeramente no estoy en paz con Dios?

En su vejez, el emperador Carlos I de España dejó la gloria y las riquezas y se retiró a un monasterio con la esperanza de encontrar paz y descanso para su alma. Allí, aterrorizado, esperó la muerte. Los grandes de este mundo no hallaron mejor que las demás personas la paz y la verdadera felicidad en su saber o en su poder. ¡Cuántos artistas y personajes célebres, admirados y llenos de honores, han dejado la escena terrenal y han partido con el corazón atormentado! Otros hallaron al Dios de paz, al confesarle en definitiva el vacío de su vida.

La Biblia confirma que, en nuestro mundo, todo es “vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:14). En esta tierra no hay nada que pueda darme la paz real y duradera; en cambio, la paz de Dios “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Esta paz es la que Jesús me da, y todos pueden experimentarla. Consiste primeramente en tener paz con Dios, es decir, tener la paz de la conciencia y del corazón. Estos dos elementos son indispensables para estar bien con uno mismo: la conciencia purificada del mal y el corazón lleno del amor divino.

Dios nos ofrece gratuitamente el fundamento de nuestra paz. En la cruz Jesús llevó el castigo que nosotros merecíamos debido a nuestros pecados. Cuando resucitó, dejó este mensaje siempre actual para todo el que lo recibe: “Paz a vosotros” (Lucas 24:36).

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