«A mi esposo le ofrecieron un ascenso en otro país, pero me daba miedo dejar nuestro hogar, así que, de mala gana, él rechazó la oferta», me contó mi amiga. Me explicó cómo su recelo ante un cambio tan grande evitó que se embarcara en una nueva aventura y que, a veces, se preguntara qué se perdieron al no mudarse.

Los israelitas permitieron que sus ansiedades los paralizaran cuando fueron llamados a habitar en una tierra rica y fértil, donde fluía «leche y miel» (Éxodo 33:3). Cuando escucharon que había pueblos poderosos en grandes ciudades (v. 27), comenzaron a temer. La mayoría de los israelitas no quiso entrar en la tierra.

Sin embargo, Josué y Caleb los instaron a confiar en el Señor, diciendo: «[no] temáis al pueblo de esta tierra; porque […] con nosotros está el Señor» (Números 14:9). Aunque las personas de allí parecían gigantes, podían confiar en que el Señor estaba con ellos.

Mi amiga no recibió la orden de mudarse a otro país, como los israelitas, pero lamentó permitir que el miedo le quitara esa oportunidad. ¿Qué me dices de ti: estás frente a una situación que te atemoriza? Si es así, el Señor está contigo y te guiará. Con su amor fiel, podemos avanzar en fe.