Tres días antes de que una explosión sacudiera su casa en 1957, el Dr. Martin Luther King Jr. tuvo un encuentro que lo marcaría por el resto de su vida. Después de recibir una llamada telefónica amenazante, consideró abandonar el movimiento de los derechos civiles. Después, empezó a orar. «Estoy defendiendo lo que creo que es correcto. Pero ahora tengo miedo. No me queda nada. Sé que no puedo enfrentarlo solo». King señaló: «Casi de inmediato, mis temores empezaron a desaparecer. Mi incertidumbre se desvaneció. Estaba listo para enfrentar lo que fuera».
En Juan 12, Jesús reconoció: «está turbada mi alma» (v. 27). Fue muy transparente respecto a su disposición interior, pero se centró en Dios en su oración: «Padre, glorifica tu nombre» (v. 28). En oración, Jesús se rindió a la voluntad del Padre.
Es muy humano sentir temor e incomodidad cuando nos encontramos ante la opción de honrar a Dios o no; cuando la sabiduría exige que tomemos decisiones difíciles respecto a relaciones, hábitos u otros patrones (buenos o malos). No importa qué enfrentemos, cuando oramos valientemente a Dios, Él nos dará la fortaleza para superar nuestro temor e inquiestud, y hacer aquello que lo glorifique, para nuestro bien y el de los demás.
0 Comentarios