Después de dos días de estar enfermo y de un pico de fiebre, era evidente que mi esposo necesitaba atención médica. El hospital lo ingresó de inmediato. Al día siguiente, había mejorado, pero no lo suficiente para ser dado de alta. Tuve que tomar la difícil decisión de quedarme con él o cumplir con un viaje de trabajo que involucraba a muchas personas y proyectos. Él me aseguró que estaría bien, pero mi corazón estaba entre mi esposo y mi trabajo.
El pueblo de Dios necesitó ayuda en las encrucijadas de la vida. Como muchas veces había desobedecido a Dios, Moisés le imploró: «escoge […] la vida» siguiendo los mandamientos del Señor (Deuteronomio 30:19). Más tarde, Jeremías también procuró atraer al descarriado Israel, diciendo: «Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él» (Jeremías 6:16). Las sendas antiguas de las Escrituras y la provisión de Dios en el pasado pueden guiarnos.
En mi encrucijada, decidí aplicar el patrón de sabiduría de Jeremías: mi esposo me necesitaba… y mi trabajo también. Justo en ese momento, mi supervisor llamó y me alentó a quedarme en casa. Respiré profundo y agradecí a Dios por su respuesta. Su guía no siempre viene tan claramente, pero viene. En nuestras encrucijadas, asegurémonos de buscarlo a Él.
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