Conocíamos a Kha desde hacía más de un año. Formaba parte de nuestro grupo pequeño de la iglesia que se reunía semanalmente para compartir lo que habíamos aprendido sobre Dios. Una noche, mencionó haber competido en las Olimpíadas. Fue tan al pasar que casi no lo noté. Casi. Oh sorpresa… ¡me enteré de que conocía a un atleta que había competido por la medalla de bronce! No podía entender que no lo hubiera mencionado antes, pero para Kha, si bien esa era una parte especial de su historia, cosas más importantes eran vitales para su identidad: su familia, su comunidad y su fe.
Lucas 10:1-34 describe qué debe ser vital para nuestra identidad. Cuando las 70 personas que Jesús envió a contarles a otros sobre el reino de Dios volvieron, le informaron: «aun los demonios se nos sujetan en tu nombre» (v. 17). Aunque Jesús reconocía haberlos equipado con un tremendo poder, dijo que estaban enfocados en algo equivocado. Insistió en que la causa de su alegría debía ser que sus «nombres [estuvieran] escritos en los cielos» (v. 20).
Cualquiera que sea el logro o la capacidad que Dios nos haya dado, nuestro mayor motivo de regocijo es que nos hemos puesto al cuidado de Jesús, que nuestros nombres están escritos en los cielos y que disfrutamos de su presencia en nuestra vida.
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