Hoy es el Día de Reyes (llamado también Epifanía), que conmemora la visita descrita en el villancico Del Oriente somos, cuando los sabios visitaron al niño Jesús. En realidad, no eran reyes, tampoco del Lejano Oriente, y es probable que tampoco fueran tres.

No obstante, hubo tres regalos. Cuando los magos llegaron a Belén, «abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes [a Jesús]: oro, incienso y mirra» (Mateo 2:11). Estos regalos simbolizaban la misión de Jesús: el oro representa su papel como Rey; el incienso, quemado en el templo, habla de su deidad; y la mirra, usada para embalsamar cuerpos, nos habla de su muerte.

La cuarta estrofa del villancico dice: «Ha venido al mundo la luz / Mirra yo le ofrezco a Jesús. / Mirra pura, amargura, símbolo de la cruz». Nosotros no incluiríamos semejante escena en el nacimiento de Jesús, pero Dios sí lo hizo. La muerte de Jesús es esencial para nuestra salvación. Incluso Herodes trató de matarlo cuando todavía era un niño (v. 13).

La última estrofa entreteje la verdad de estos tres regalos, al decir: «Rey supremo, Dios Salvador». Al poner hoy punto final a la época de Navidad, hagamos nuestro el final de la canción: «Aleluya, Aleluya, cantemos con fervor».