El poeta William Cowper luchó con la depresión gran parte de su vida. Tras un intento de suicidio, fue internado en un psiquiátrico. Pero allí, gracias a un médico cristiano, llegó a tener una fe sincera en Jesús. Poco después, conoció al escritor de himnos John Newton, quien lo alentó a colaborar con un himnario para la iglesia. Uno de los himnos que escribió Cowper fue «Dios se mueve de formas misteriosas», con palabras salidas del crisol de la experiencia: «Ustedes, santos temerosos, renueven el ánimo; las nubes que tanto temen están llenas de misericordia y romperán en bendiciones sobre sus cabezas» (trad. lit.).
El pueblo de Judá también conoció la bondad de Dios de forma inesperada. Ante una invasión enemiga, el rey Josafat reunió al pueblo para orar. Mientras su ejército marchaba a la guerra, la vanguardia alababa a Dios (2 Crónicas 20:21). Los invasores se mataron entre ellos… y ninguno escapó. Y «tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho» (vv. 24-25).
Al cuarto día, el mismo lugar hostil donde la fuerza invasora se había reunido contra el pueblo de Dios fue llamado «valle de Beraca» (v. 26); literalmente, «valle de la alabanza» o «bendición». ¡Qué cambio! La misericordia de Dios puede cambiar los valles más difíciles en lugares de alabanza.
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