Edu oyó del amor de Jesús por él a los veintitantos años. Comenzó a asistir a una iglesia donde conoció a alguien que lo ayudó a conocer mejor a Cristo. Poco después, su mentor le asignó enseñar a un pequeño grupo de chicos. Con los años, Dios puso en su corazón ayudar a jóvenes en situación de riesgo en su ciudad, visitar a ancianos y mostrar hospitalidad a otros; todo para la honra de Dios. Ahora, con casi 60 años, explica cuán agradecido está de que le enseñaran temprano a servir: «Mi corazón rebosa por compartir la esperanza que hallé en Jesús. ¿Qué podría ser mejor que servirle?».
Timoteo era un niño cuando su madre y su abuela influyeron en su fe (2 Timoteo 1:5). Y era tal vez un adulto joven cuando conoció al apóstol Pablo, quien vio su potencial para el servicio a Dios y lo invitó a un viaje misionero (Hechos 16:1-3). Pablo se convirtió en su mentor en el ministerio y la vida. Lo alentó a estudiar, ser valiente ante las enseñanzas falsas y usar sus talentos para servir al Señor (1 Timoteo 4:6-16).
¿Por qué quería Pablo que Timoteo fuera fiel en servir a Dios? «Porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres» (v. 10), escribió. Jesús es nuestra esperanza y el Salvador del mundo. ¿Qué podría ser mejor que servirle?
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