Sediento y agradecido

La escritura de hoy :

Con dos amigos, estábamos cumpliendo una de las cosas que queríamos hacer antes de morir: recorrer el Cañón del Colorado. Al comenzar la caminata, dudamos de tener suficiente agua, y nos quedamos sin nada cuando todavía faltaba un trecho para llegar al borde del acantilado. Aparecieron jadeos, mezclados con oraciones. Entonces, doblamos en una curva y sucedió lo que seguimos considerando un milagro: divisamos tres botellas de agua en un hueco de una roca, con una nota: «Sabíamos que necesitarían esto. ¡Disfruten!». Nos miramos sin poder creerlo, susurramos un agradecimiento a Dios, bebimos un par de muy necesarios tragos y partimos hacia el último tramo. Nunca estuve tan sediento —y agradecido— en mi vida.

El salmista no tuvo una experiencia del Gran Cañón, pero está claro que sabía cómo actúa un ciervo sediento y quizá atemorizado. El ciervo «brama» (Salmo 42:1), una palabra que trae a la mente la sed y el hambre, al punto de que si algo no cambia, uno teme morir. El salmista equipara el nivel de sed del ciervo con su deseo de Dios: «así clama por ti, oh Dios, el alma mía» (v. 1).

Como la muy necesitada agua, así es la ayuda siempre presente de nuestro Dios. Bramamos por Él porque renueva nuestra fuerza y refresca nuestras vidas cansadas, y nos equipa para lo que pueda traer el viaje de cada día.

De:  John Blase

Reflexiona y ora

¿Cuándo has estado tremendamente sediento o hambriento y con miedo? ¿Por qué debes anhelar la presencia de Dios?
Dios, sé tú mi única fuente.

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