Cuando la reina Isabel de Inglaterra murió en septiembre de 2022, se desplegaron miles de soldados para la procesión del funeral. El papel de cada uno casi pasó inadvertido entre la enorme multitud, pero muchos lo consideraron su mayor honor. Un soldado dijo: «Fue una oportunidad de cumplir nuestro último deber por Su Majestad». Para él, lo que hizo importante la tarea no fue lo que hizo, sino para quién.
Los levitas asignados a cuidar el tabernáculo tenían un objetivo similar. A diferencia de los sacerdotes, a los gersonitas, coatitas y meraritas se les asignaron tareas aparentemente triviales: limpiar los utensilios, candelabros, cortinas, postes, estacas y sogas (Números 3:25-26, 28, 31, 36-37). Sin embargo, sus tareas les habían sido asignadas por Dios, constituían «el servicio del tabernáculo» (v. 8) y están registradas en la Biblia para la posteridad.
¡Qué concepto alentador! Hoy, lo que muchos hacemos en el trabajo, la casa o la iglesia puede parecer insignificante en un mundo que valora los títulos y los salarios. Pero Dios lo ve de otro modo. Trabajamos y servimos en su nombre, procurando la excelencia y haciéndolo para su honra, aun en las tareas más pequeñas. Nuestro trabajo es importante porque estamos sirviendo a nuestro gran Dios.
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