Estaba eufórica por haber encontrado el regalo de cumpleaños perfecto para mi suegra: ¡la pulsera incluso tenía su piedra natal! Encontrar el regalo perfecto para alguien es siempre maravilloso. Pero ¿qué pasa si lo que la persona necesita está más allá de nuestro alcance? Muchos querríamos poder dar paz interior, reposo e incluso paciencia. ¡Si tan solo estas cosas se pudieran comprar y envolver para regalo!
Sin embargo, Jesús, Dios encarnado, da este regalo supuestamente «imposible» a los que creen en Él: paz. Antes de ascender al cielo, Jesús consoló a sus discípulos con la promesa de la venida del Espíritu Santo, diciéndoles: «él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14:26). Les ofreció paz —su paz— como un regalo duradero e inalterable cuando sus corazones estuvieran turbados o tuvieran miedo. Jesús mismo es nuestra paz con Dios, con los demás y en nuestro interior.
Tal vez no seamos capaces de regalarles a nuestros seres queridos la medida extra de paciencia o de salud que desean. Ni tampoco está dentro de nuestras posibilidades regalarles la paz que todos necesitamos desesperadamente para sobrellevar las luchas de la vida. Pero podemos ser guiados por el Espíritu para hablarles de Jesús, el Dador de la paz real y duradera.
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