El matemático Abraham Wald colaboró con sus habilidades a los esfuerzos de la Segunda Guerra Mundial. El ejército buscaba maneras de proteger sus aeronaves del fuego enemigo, así que les pidieron a Wald y sus colegas que resolvieran cómo hacerlo. Empezaron examinando los aviones que volvían, para ver en dónde estaba el mayor daño. Pero Wald entendió que el daño sobre esos aviones representaba solo el lugar donde podían recibir un impacto y aun así sobrevivir. Las áreas que más necesitaban protección adicional se encontrarían en los aviones que se habían estrellado, y esos no se podían examinar.
Salomón nos enseña que protejamos nuestra parte más vulnerable: el corazón, porque de él mana la vida (Proverbios 4:23). Las instrucciones de Dios nos guían por la vida, nos alejan de las malas decisiones y nos enseñan dónde concentrar nuestra atención.
Si protegemos nuestro corazón acatando sus instrucciones, apartaremos nuestro pie del mal y permaneceremos firmes en nuestro caminar con Dios (v. 27). Todos los días, nos metemos en territorio enemigo, pero si la sabiduría de Dios protege nuestro corazón, podemos concentrarnos en nuestra misión de vivir bien para la gloria de Dios.
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