La oferta era buena y exactamente lo que Pedro necesitaba. Después de que lo despidieran del trabajo, este hombre que proveía para una joven familia había orado desesperadamente por un trabajo. «Sin duda, esta es la respuesta de Dios a tus oraciones», sugirieron sus amigos.
Sin embargo, al leer sobre su futuro empleador, Pedro se sintió incómodo. La empresa invertía en negocios sospechosos y la habían señalado por corrupción. Al final, Pedro rechazó la oferta, aunque le costó mucho. «Creo que Dios quiere que haga lo correcto —me dijo—. Sencillamente, tengo que confiar en que Él proveerá».
Pedro recordó el relato de cuando David se encontró con Saúl en una cueva. Parecía que era la oportunidad perfecta para matar al hombre que lo perseguía, pero David se resistió. «El Señor me guarde de hacer tal cosa […]; porque es el ungido del Señor», razonó (1 Samuel 24:6). David tuvo cuidado de distinguir entre su propia interpretación de los sucesos y el mandato de Dios de obedecer y hacer lo correcto.
En vez de estar siempre buscando «señales» en ciertas situaciones, busquemos a Dios y su verdad para hallar sabiduría y guía, y discernir lo que tenemos por delante. Él nos ayudará a hacer lo correcto delante de sus ojos.
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