«No tengas miedo de la muerte, Winnie —dijo Angus Tuck—, ten miedo de una vida no vivida». Esa cita del libro convertido en película, Eterna juventud, viene de un personaje que no puede morir. En la historia, la familia Tuck se ha vuelto inmortal. El joven James Tuck se enamora de Winnie y le ruega que busque la inmortalidad para vivir juntos para siempre. Pero el sabio Angus entiende que el simple hecho de vivir para siempre no trae satisfacción.
Nuestra cultura afirma que si pudiéramos tener buena salud, ser jóvenes y llenos de energía para siempre, seríamos realmente felices. Pero nuestra plenitud no se encuentra ahí. Antes de ir a la cruz, Jesús oró por sus discípulos, diciendo: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). Nuestra plenitud viene de una relación con Dios por la fe en Jesús. Él es nuestra esperanza futura y el gozo presente.
Jesús oró para que sus discípulos obedecieran a Dios (v. 6), creyeran que Él había sido enviado por Dios Padre (v. 8) y fueran uno (v. 11). Como creyentes en Cristo, esperamos vivir para siempre con Él. Pero mientras vivimos en la tierra, podemos tener la «vida plena y abundante» (10:10 NTV) que Él prometió, aquí y ahora.
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