El código de circulación

Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Romanos 3:23
Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
Santiago 2:10
Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros. Efesios 5:2

Cuando un automovilista sobrepasa el límite de velocidad autorizado, infringe el código de circulación. Quizá solo haya cometido una sola falta; no obstante, infringió el código de circulación. ¡No imaginaríamos a un automovilista, detenido debido a un exceso de velocidad, justificarse diciendo que nunca se ha pasado un semáforo en rojo! ¿Qué conductor podría pretender no haber transgredido nunca el código de circulación?

En la Biblia, la ley de Dios dada a Moisés era perfecta, y los israelitas tenían que respetarla punto por punto. La experiencia mostró que ese pueblo no obedeció esa ley. ¡Nadie hubiese podido hacerlo! Por supuesto, la gran mayoría de nosotros no ha transgredido el mandamiento que dice: “No matarás”. Pero, ¿quién no ha desobedecido el que dice: “No codiciarás”? (Éxodo 20:13, 17).

Todos hemos desobedecido a Dios. Todos, menos uno, Aquel que vino al mundo hace 2.000 años, Jesucristo, el hombre perfecto, quien cumplió toda la ley de Dios (Mateo 5:17). Pero hizo mucho más que cumplir la ley: aceptó morir crucificado, por amor a nosotros, para que Dios perdonase todos nuestros pecados.

No es, pues, tratando de obedecer una ley cómo seremos hechos justos ante Dios, porque siempre fallaremos en un punto u otro. Pero el Evangelio nos trae una buena noticia: Dios nos declara justos si creemos en el sacrificio de Jesucristo, quien se entregó a sí mismo por nosotros.

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