El crimen era horrendo, y el hombre que lo cometió fue sentenciado a prisión de por vida. En los años siguientes, aquel hombre —en confinamiento solitario— empezó un proceso de sanidad mental y espiritual. Se arrepintió y restauró su relación con Jesús. Hoy le permiten interactuar un poco con otros presos. Y por gracia de Dios, a través de su testimonio, otros prisioneros recibieron a Cristo como Salvador.
Moisés también cometió un crimen estremecedor. Después de ver «a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos», «miró a todas partes» y «mató al egipcio» (Éxodo 2:11-12). Pero Dios, en su gracia, no había terminado de obrar en su siervo imperfecto. Más adelante, eligió a Moisés para liberar a su pueblo de la opresión (3:10). En Romanos 5:14, leemos: «reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión». Pero en los versículos siguientes, Pablo declara que la gracia de Dios hace que, a pesar de nuestros pecados pasados, podamos cambiar y estar a cuentas con Él (vv. 15-16).
Tal vez pensemos que lo que hicimos nos descalifica para experimentar el perdón de Dios y ser utilizados para su gloria. Pero, debido a su gracia, en Jesús podemos ser transformados y libres para ayudar a otros a cambiar para la eternidad.
0 Comentarios