Cuando ingresé al servicio militar a los 18 años —como sucede con todos los jóvenes en Singapur—, oré desesperadamente para que me asignaran un destino fácil: tal vez como empleado o chofer. Al no ser muy fuerte, esperaba salvarme del rigor del entrenamiento de combate. Pero una noche, mientras leía mi Biblia, me impactó un versículo: […]