Una postura humilde

La escritura de hoy:

«Mantén las manos en la espalda. Estarás bien». Este es el consejo amoroso que el esposo de Julia le da siempre antes de que ella vaya a hablarle a un grupo. Cuando se encontraba intentando impresionar a la gente o buscando controlar una situación, adoptaba esa postura porque la colocaba en un marco mental receptivo y enseñable. Lo empleaba para recordarse amar a los que estaban delante de ella, ser humilde y permitir que el Espíritu Santo obrara.

Su comprensión de la humildad está basada en el concepto del rey David de que todo procede de Dios: «Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti» (Salmo 16:2). Aprendió a confiar en Dios y buscar su consejo: «Aun en las noches me enseña mi conciencia» (v. 7). Sabía que, con Dios a su lado, no se tambalearía (v. 8). No necesitaba jactarse porque confiaba en que el Dios todopoderoso lo amaba.

A medida que busquemos a Dios todos los días, pidiéndole que nos ayude en nuestras frustraciones o nos dé palabras cuando no las tenemos, lo veremos obrar en nuestra vida. «Seremos compañeros de Dios», como dice Julia; y nos daremos cuenta de que si actuamos bien, es porque Él nos ayudó.

Podemos mirar a otros con amor, con las manos cruzadas en la espalda en una postura de humildad para recordar que todo lo que tenemos viene de Dios.

De:  Amy Boucher Pye

¿Cómo te sientes cuando adoptas una postura humilde ante alguien? ¿Cómo puedes depender de la ayuda de Dios hoy?
Dios, ayúdame a buscar tu ayuda y fortaleza.

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